Lo dijo el Papa en su encuentro con políticos, empresarios y líderes religiosos en el Teatro Municipal de Río: «Que a nadie le falte lo necesario»
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PAPA FRANCISCO |
GIACOMO GALEAZZI
RÍO DE JANEIRO
Francisco invoca una política que sea capaz de cambiar a la sociedad, considerando que «memoria del pasado y utopía del futuro se funden en el presente». Hoy, en el encuentro con la clase dirigente (gobernadores, diplomáticos, empresarios), como ayer en el Vía Crucis, Bergoglio invitó a un compromiso público capaz de recuperar a todos los «jóvenes que han perdido la confianza en las instituciones, porque ven egoísmo y corrupción». A los que tienen en las manos las riendas de los poderes político y económico el Papa pidió que integraran «elementos diversos», pues «el común sentir de un pueblo, las bases de su pensamiento y de su creatividad, los principios básicos de su vida, los criterios de juicio sobre las prioridades, las normas de actuación, se fundan en una visión integral de la persona humana».
El portavoz de la comunidad Sant’Egidio, Mario Marazziti, dijo a Vatican Insider que «la suya es la teología de la liberación que no necesita al marxismo». El Papa, subrayó Marazziti, «pone al centro el cambio y los derechos de los últimos sin los cuales no hay dignidad humana», llamando a «la gran política y no a la religión del individualismo y de los intereses corporativos». Con un discurso fuerte, el Pontífice ofrece la «linfa del Evangelio, la fe en Cristo y la fraternidad con el prójimo».
El cristianismo, indicó Bergoglio ante los políticos, «combina la trascendencia y la encarnación; revitaliza siempre el pensamiento y la vida ante la frustración y el desencanto que invaden el corazón y se propagan por las calles». Francisco reclamó «la responsabilidad social» puesto que «somos responsables de la formación de las nuevas generaciones, capaces en la economía y la política, y firmes en los valores éticos». El futuro exige «una visión humanista de la economía y una política que logre cada vez más y mejor la participación de las personas, evite el elitismo y erradique la pobreza». Es necesario que «a nadie le falte lo necesario y que se asegure a todos dignidad, fraternidad y solidaridad: éste es el camino a seguir», subrayó con fuerza.
Además, el Papa citó a Amós, «“Venden al justo por dinero, al pobre por un par de sandalias”». Y, al contrario, «quien desempeña un papel de guía debe tener objetivos muy concretos y buscar los medios específicos para alcanzarlos». De hecho, los líderes deben elegir la más justa de entre todas las opciones, después de haberlas considerado todas, «a partir de la propia responsabilidad y el interés por el bien común; ésta es la forma de ir al centro de los males de una sociedad y superarlos con la audacia de acciones valientes y libres».
Quien actúa con responsabilidad «pone la propia actividad ante los derechos de los demás y ante el juicio de Dios». Entre la indiferencia egoísta y la protesta violenta siempre hay una opción posible: el diálogo intergeneracional y con el pueblo. Es imposible imaginar un futuro para la sociedad «sin una incisiva contribución de energías morales en una democracia que no sea inmune de quedarse cerrada en la pura lógica de la representación de los intereses establecidos». Cuando los líderes de los diferentes sectores pidan un consejo, la respuesta de Francisco será siempre la misma: «diálogo, diálogo, diálogo». «La humildad social favorece el diálogo», dijo el Papa improvisando.
El profesor de historia contemporánea de la Universidad Católica del Sagrado Corazón, Agostino Giovagnoli, comentó al respecto para Vatican Insider que «el Papa exhorta a la política a volver a su primado con respecto a la economía para cambiar la realidad, las situaciones». Así como ha restituido «valor a todos los gestos de la Iglesia», Bergoglio «lleva a la política la misma fuerza de autenticidad». Y ello, explica Giovagnoli, «al servicio efectivo del bien común y no de lógicas autoreferenciales». La política, de hecho, «no debe servir solo para definir las relaciones de fuerza, sino a intervenir en los mecanismos económicos». Para romper con la «casta política y eclesiástica», explicó Giovagnoli, Francisco pide «nuevas energías populares que superen el circuito cerrado de la élite política y religiosa». Basta, pues, con los políticos y sacerdotes que desilusionan a los jóvenes, advirtió duramente el Pontífice en su discurso.
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